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EUCARISTIA

La Eucaristía es el centro de nuestra vida. Es la fuente y cumbre de lo que somos como católicos.

(Directorio Nacional de Catequesis, #35).

 

La Eucaristía no es signo o símbolo de Jesús; más bien recibimos a Jesús mismo en y a través de la eucarística. El sacerdote, por el poder de su ordenación y la acción del Espíritu Santo, transforma el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Esto se denomina transubstanciación.

 

Por la consagración, se lleva a cabo la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo la consagradas de pan y vino, Cristo mismo vivo y glorioso, está presente de una manera verdadera, real y sustancial: su Cuerpo y su Sangre, con su alma y su divinidad. (CCC 1413).

Comprender la Misa

El acto central de culto en la Iglesia Católica es la Misa. Es en la liturgia que la muerte salvadora y resurrección de Jesús se hace presente de nuevo en toda su plenitud y promesa, y tenemos el privilegio de compartir Su Cuerpo y Sangre, cumpliendo su mandato al proclamar su muerte y resurrección hasta que venga de nuevo. Es en la liturgia que nuestras oraciones comunitarias nos unen en el Cuerpo de Cristo. Es en la liturgia que vivimos más plenamente nuestra fe cristiana.

La celebración litúrgica se divide en dos partes: la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía. Primero, escuchamos la Palabra de Dios proclamada en las Escrituras y respondemos cantando la propia Palabra de Dios en el Salmo. A continuación, esa Palabra se abre en la homilía. Respondemos profesando nuestra fe públicamente. Nuestras oraciones comunitarias se ofrecen para todos vivos y muertos a travez del Credo. Junto con el orador, ofrecemos a nuestra manera, los dones del pan y del vino y se nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregado y derramado por nosotros. Recibimos la Eucaristía, la presencia real y verdadera de Cristo, y renovamos nuestro compromiso con Jesús. ¡Finalmente, somos enviados a proclamar la Buena Nueva!

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